domingo, 14 de enero de 2018

Una carta inédita de Jorge Cuesta

14/Enero/2017
Confabulario
Sergio Téllez-Pon

Una carta privada es un universo cerrado y para intentar descifrarlo hay que echar mano de varios elementos biográficos de los involucrados e incluso de algunas personas de su círculo íntimo. Aunque breve, esta carta de Jorge Cuesta contiene muchos puntos por dilucidar, los cuales la hacen sumamente interesante para entender mejor una etapa de su vida. El asunto central es su relación amorosa con Lupe Marín pero alrededor se desprenden varios temas más. Para empezar, la fecha no está completa, sin embargo, es fácil saber que se trata de 1928 pues ese año Cuesta viaja por única ocasión a París, como lo consigna la dirección del hotel al calce. Allá se reencuentra con el pintor Agustín Lazo y gracias a él conoce a Luis Cardoza y Aragón y al poeta peruano César Moro; también conocerá a algunos surrealistas como André Breton y Robert Desnos y —aunque no lo conoció—, leyó, admiró y tradujo la obra de Paul Éluard. Al regresar a México, Cuesta escribió sobre estos surrealistas o publicó traducciones de su obra en la revista Contemporáneos. El Octavio a quien está dirigida no es otro que Octavio G. Barreda, quien fue más que un amigo cercano y cómplice de las aventuras de los Contemporáneos. Este amigo se vuelve confidente al contarle sus cuitas amorosas y tal vez por eso la carta es de un tono desolado por lo mal que se siente en Europa cuando sus pasiones están en México.
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En un número anterior de Confabulario (núm., 188, 15 de enero de 2017), Ángel Gilberto Adame documentó con base en documentos judiciales las causales y las circunstancias del divorcio entre Jorge Cuesta y Lupe Marín el 19 de abril de 1933, pero toda la etapa previa del romance y el matrimonio lo recrea Elena Poniatowska en su novela sobre Lupe Marín Dos veces única (Seix Barral, 2015). Sin embargo, Poniatowska cae en varias imprecisiones a lo largo del libro lo cual resulta extraño pues tuvo información de primera mano al conocer y entrevistar a varios de los protagonistas y ha escrito algunos libros ambientados en esa época como Tinísima (1992; Seix Barral, 2016) o Juan Soriano. Niño de mil años (2000). EnDos veces única parece no haber ningún rigor cronológico, lo que le permite confundir hechos que no sucedieron cuando los hace coincidir o los inserta cuando no pasaron, por ejemplo, los Contemporáneos aún no se llamaban así en el capítulo que les dedica. Otros errores aunque mínimos pero que al ser tantos muestran el nivel de embrollo es que confunde el templo de san Pedro y san Pablo, donde Diego Rivera nunca pintó, con el Colegio de San Ildefonso. También escribe que Xavier Villaurrutia era “el más entendido en política” de los Contemporáneos, cuando en realidad era todo lo contrario pues Villaurrutia vivía en su mundo nocturno de sombras, ángeles y muerte; o que el grupo era “lidereado” por Salvador Novo, sin embargo, ese lugar le correspondería más a Jaime Torres Bodet pues al ser cercano de Vasconcelos era quien ideaba los proyectos editoriales del grupo y en cambio Novo estaba más cercano al grupo de Henríquez Ureña, enemigo de Vasconcelos, de manera que no publicó mucho en la revista que los bautizó y un par de años después cuando la mayoría de ellos estaba al amparo de Bernardo Gastelum en el Departamento de Salubridad, Novo estaba en otro grupo, el de Puig Casauranc, en la Secretaría de Educación. Concretamente sobre Cuesta, él no participa en la selección de la Antología de la poesía mexicana moderna (1928) porque está en Córdoba así que sólo escribe el prólogo y acepta firmarla; cuando está contando sobre la Antología menciona la crítica feroz a Vicente Lombardo Toledano, pero en realidad ese episodio se dio hasta los años treinta; tampoco destroza la poesía de López Velarde ni la de Villaurrutia, al contrario, las elogia y menos “hace polvo” la pintura de Lazo, la ensalza. De manera que más que esclarecer hechos la novela de Poniatowska abona al rumor y a la confusión.
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Cuesta está en París porque su familia lo ha enviado casi forzosamente para que de esa manera se olvide de Lupe Marín, quien había sido la segunda esposa de Diego (se casaron en julio de 1922 y poco después la pintó su fabuloso mural de San Ildefonso, “La creación”). La familia de Cuesta quiere que se olvide de ella no sólo porque es una mujer mayor para la época (tenía 32 años y él era un muchachito de 24), sino sobre todo porque aún está casada y tiene dos hijas pequeñas, así que querían evitar que su hijo se enamorara y viviera con una adúltera. Sin importarle la prohibición familiar, como él lo dice en la carta, al regresar a México se casa con Lupe y ella se separa de Diego (y Diego se va con Frida Kahlo). Es así como de pronto ambos matrimonios convivían muy de cerca pues vivieron en la misma casa, en la calle de Mixcalco número 12: Lupe Marín y Jorge Cuesta con las dos niñas, Lupe y Ruth, en el piso de arriba, y Frida y Diego abajo.
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Además de la renuencia de la familia de Cuesta, él y Lupe Marín tienen que enfrentarse a la oposición del propio Diego Rivera. A mediados de 1928 viaja a Rusia pero al parecer antes de irse y todavía desde allá lanza varios “denuestos” en contra de Cuesta. En sus sonetos satíricos contra Diego, “La diegada”, Novo abunda más sobre el romance que inició cuando los jóvenes poetas frecuentaban la cena semanal de los miércoles en la que Lupe Marín agasajaba a sus invitados con tamales (“simbólicos tamales obsequiaba / en la su cursi semanaria fiesta”); la frecuencia semanal hizo inevitable el enamoramiento y pronto engañó a Diego Rivera pues Novo no pierde oportunidad de tratarlo como “cornudo” o más precisamente “buey”; finalmente fue cuando “marchóse a Rusia el genio pintoresco” es que tuvieron tiempo para establecer su relación, cosa que sin duda no habrá agradado a Diego. Aunado a eso, los enamorados también tuvieron que enfrentar la negativa de la familia de Lupe, en particular de Carmen, una de sus hermanas y quien estaba casada con Octavio G. Barreda, precisamente el receptor de esta carta; de allí que en estas líneas, Cuesta se lamente por ya no poder contentarla con los libros que antes le habrían servido para ganarse su aprobación.
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En su ruta hacia París, Cuesta hace una escala en Londres donde se encuentra con José Gorostiza y Eduardo Luquín (no con su hermano Carlos, como escribe Poniatowska) quienes están con Barreda en la embajada de México en Inglaterra. Al igual que Barreda, los hermanos Luquín, Carlos y Eduardo, deberían ser considerados como parte del grupo de Contemporáneos, no sólo porque fueron grandes amigos y participaron en las actividades del grupo sino porque compartían el mismo espíritu vanguardista. Es probable que, como ellos y Torres Bodet y Gilberto Owen, Cuesta haya querido ingresar al Servicio Diplomático, como también lo quiso hacer Villaurrutia. O al menos eso se desprende de lo que escribe en la carta, pero una de las máximas del grupo era el “viaje alrededor de la alcoba”, es decir, el viaje en sentido metafórico no real, pues como escribió Owen lo ideal era “conservarse en el deseo del viaje, que es fecundo” y no en “el viaje realizado, que es ceniza”. París, escribe Cuesta, aún no le dice mucho porque sin duda está pensando en el amor por Lupe pero a su debido momento le dirá demasiado, como ya se dijo, gracias al encuentro con los surrealistas.
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Años después Lupe Marín publicó La única (Editorial Jalisco, 1938), una supuesta novela que era su versión del matrimonio con Cuesta. Entre las cosas que contaba, era que Cuesta se había acostado con su propia hermana, Natalia, y con ella había tenido un niño; en realidad, Cuesta se había acostado con la hermana de Lupe, Isabel (la imagen en la portada de Diego Rivera, a la manera de Salomé exigiendo la cabeza del profeta Juan Bautista: “Dadme la cabeza de Yokanaan”, representa a las dos hermanas sosteniendo a Cuesta decapitado sobre una charola). Con el tiempo, Lupe Marín se arrepintió del libelo y consciente de que lo que había contado sólo había contribuido a desprestigiar más a Cuesta, a todos sus conocidos les preguntaba si tenían un ejemplar, se ofrecía a comprarlo y acto seguido lo destruía.

La carta
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2 de julio [de 1928]
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Querido Octavio:
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Hasta hoy recibo dinero de mi casa, salgo de una escandalosa brujez que me tenía, junto con los acontecimientos que se desarrollaban simultáneamente, estupefacto y embrutecido. Ahora salgo de mi miseria y de mi angustiosa ignorancia.
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Encontré, al día siguiente de llegar a París, carta de Lupe [Marín] donde me decía que llegaría Diego [Rivera] el día 12 o 13 [de junio] y que me cablegrafiaría el resultado del encuentro. No me cablegrafió, sino tuve que esperar la carta donde me contara todo. Ayer me llegó y empieza a contarme cosas.
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Todo quedó arreglado. Ella se separará inmediatamente de Diego. Yo no sé si Diego se quede en México o se vaya. Yo regresaré enseguida, apenas tenga dinero de mi casa para el viaje. Ya me quisiera regresar hoy mismo. En llegando, como se dice, me caso con Lupe.
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Diego se soltó en denuestos contra mí. Yo espero encontrarlo en México todavía y tener con él una explicación, así sea innecesaria o así pueda ser inconveniente.
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Lamento, por un lado, tener que regresar tan pronto. Durante mi brujez ya había pensado en escribirle para ver si era posible arreglar lo de Martínez Vaca para quedarme en Londres pues nada me decía todavía París de importante. Todavía no me dice nada. Espero que empezará a decirme cuando ya esté a punto de embarcarme me arrimaré al mástil, como Ulises.
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Hoy saldré a buscar unos libros para Carmen [Marín]. Antes los hubiera mandado si hubiera recibido pronto el dinero. Es lo que mi brujez ha lamentado más. Y me da pena mandárselos ahora junto con las noticias que podrán hacer definitivo su disgusto de nosotros o su disgusto de mí. Ud. comprendió todo, así me imagino, hasta ver en cada uno de nosotros la falta de libertad para elegir. ¿Acaso por ser en este momento la más cercana, es la reprobación de Carmen la que me pesa más? Que el afecto que le tiene a Lupe, que la comprensión de Ud. y que el afecto que para ella tengo ya, puedan limitar su libertad de condenarnos.
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Salude a Pepe [Gorostiza] y a [Eduardo] Luquín. Los recuerdo con la más presente amistad.
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Tuyo,
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Jorge Cuesta

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