domingo, 22 de mayo de 2016

Mario Vargas Llosa: una pasión intacta

22/Mayo/2016
Jornada Semanal
Héctor Iván González

En Cartas a un joven novelista, Mario Vargas Llosa hace una exposición del arte de narrar, concebir una historia y cómo novelarla. Igual que lo hiciera Rilke en Cartas a un joven poeta, el experimentado novelista responde a un novelista en ciernes para compartir su pasión por la literatura, su obsesión por algunos libros y la ilusión de fraguar una novela. Desde el comienzo, Vargas Llosa recurre a dos figuras zoológicas, la solitaria y el catoblepas; a la primera para subrayar que cualquiera que busque convertirse en escritor debe gozar y sufrir en beneficio de su vocación literaria, como sucede con las personas que padecen ese parásito. Recurriendo a un ser medieval, citado por Flaubert y Borges, el catoblepas es un ser que tiene una cabeza tan pesada que no la puede levantar, se alimenta con una lengua larga, que terminó llevando hasta sí sus propias patas. El catoblepas se volvió un ser que se alimenta de sí mismo, tal como el novelista, pues su biografía es la materia prima con la que están hechas sus novelas. Vargas Llosa también menciona técnicas como los vasos comunicantes, los juegos de espacio y juegos temporales que se pueden incluir en las novelas.
El ejercicio se vuelve atractivo si a Cartas a un joven novelista el lector lo relaciona con La ciudad y los perrosLa casa verde y Conversación en la catedral, las novelas que le dieron celebridad internacional. El hecho de haber fraguado estas novelas y el cuentario Los jefes/Los cachorros le dio la oportunidad de ser uno de los más jóvenes de un grupo de autores en el cual estaba Julio Cortázar, y llegar a disputarle el Premio Rómulo Gallegos a Juan Carlos Onetti. Si por un momento queremos concebir la distancia, podemos imaginar a un Vargas Llosa doctorante teniendo como objeto de estudio los libros de Gabriel García Márquez.
A diferencia de los autores antes referidos, Vargas Llosa empezó a escribir a partir de una experiencia casi traumática, como fue haber estado en el Colegio Militar Leoncio Prado. Con base en la discriminación racial en Perú, exhibiendo el machismo y la brutalidad castrenses, Vargas Llosa logra crear la historia vertiginosa de Alberto, un trasunto del autor, quien escribe novelitas obscenas para tener un trato privilegiado respecto de sus camaradas; del Esclavo, un chico que ha devenido víctima de la tropa, y del Jaguar, el personaje más complejo de la novela. Los episodios, los monólogos interiores, las violaciones o los escarceos prostibularios son presentados de forma fragmentaria y alea-toria. Esto refuerza la forma de la historia y la dota de un suspense que no permite que la tensión decaiga.
En La utopía arcaica, Mario Vargas Llosa señala que la mayoría de los narradores latinoamericanos de inicios de siglo no estaban interesados en la técnica. Las novelas de esta época pueden tener virtudes, grandes descripciones, un aliento poético innegable; sin embargo, técnicamente son pobres. Vargas Llosa se refiere a la técnica como una suerte de atención a los entresijos narrativos: tipo de narrador, elección del punto de vista, inclusión de juegos espacio-temporales, distribución de los capítulos con una intención dramática definida, el dato oculto, etcétera. Es decir, un conglomerado de recursos que los anglosajones y angloamericanos han cultivado desde el siglo xviii y que los latinoamericanos han incorporado de manera más reciente.
Vargas Llosa empieza a incorporar estas herramientas, premedita el orden de sus capítulos y el cómo irá agregando elementos para que la novela goce de una construcción definida. En el orden no hay espontaneidad, son novelas cuidadas hasta el último retoque. La técnica que adopta Vargas Llosa en particular es la del William Faulkner de Mientras agonizo o ¡Absalón, Absalón! La complejidad de las novelas de Vargas Llosa lo vuelve más exigente con su lector; sin embargo, éste es recompensado con la riqueza y la complejidad de la historia.

Casa, ciudad y catedral

La casa verde es claramente faulkneriana a partir de la exploración de la selva, Santa María de Nieva, donde don Anselmo el Arpista crea el prostíbulo, así como Sutpen (¡Absalón, Absalón!) llegó, en una mulita, a tierras sureñas para erigir su imperio algodonero. Abastecida de un dato oculto, La casa verdenarra tres espacios simultáneamente, se presenta una pareja con problemas de violencia y otra, donde hay el deseo de encontrarse para finalmente estar juntos. ¿Cuál es la relación de estas dos parejas en la historia? La respuesta está en el desenlace. A la vez, el pensamiento dogmático, representado por la facilidad con la que la gente arengada por el párroco embiste contra el prostíbulo, nos muestra el choque de un mundo constreñido por los dogmas y enfrentado al mundo de la prostitución. Vargas Llosa ha expuesto la afición por la prostitución, el alcoholismo y el machismo en Perú. Ya sea en Los cachorros o en Pantaleón y las visitadoras, este autor ha encarado la preeminencia que tiene el sexo en nuestras sociedades. El autor de Los jefes lo ha hecho de una forma casi sistemática, al punto que uno lo puede ubicar como un antecedente en la crítica de numerosas prácticas de nuestra sociedad que, por momentos, se absuelven como si se tratara de usos y costumbres.

Por otra parte, La casa verde comprende un aspecto que no ha sido tan destacado por la crítica o la academia, precisamente, la exposición de la mujer como alguien que debe padecer una realidad violenta debido a la poca importancia que le es otorgada en la sociedad machista. Una mujer en Bolivia o Perú al inicio de siglo está condenada a la vida religiosa o a la servidumbre, ya que la alfabetización, la educación o la profesionalización están absolutamente fuera de sus posibilidades. La prostitución se vuelve la opción que le proveería cierta independencia, lo cual es lamentable. La casa verde no ha sido interpretada como una novela que retrate la vida de las mujeres, pero sus personajes femeninos son descritos con una sensibilidad que pocas estudiosas del feminismo podrían negar que hace una aportación valiosa en la denuncia del lugar que le da nuestra sociedad a la mujer.
Conversación en la catedral retoma la vida de Mario Vargas Llosa como estudiante en la Universidad de San Marcos. Retrata las conversaciones y proyectos de un grupo de activistas universitarios, quienes resisten a la dictadura de Manuel Antonio Odría (1896-1974), figura cuya nefanda memoria logró construir el autor de Cinco esquinas. Esta obra es fundamental para la obra vargasllosiana debido a que insiste en su búsqueda de retratar todos los estratos sociales –tal como exigía Balzac en su Comedia humana–: sirvientas, choferes, editores, políticos, guardaespaldas, universitarios o amas de casa tienen un lugar y una historia. Ambicioso en su tendencia por retratar la hormigueante existencia de aquella “Lima la fea”, Vargas Llosa logra un convulso universo, un retrato de los años sesenta en Perú cooptado por los militares, los politiquillos y la corrupción. En esta obra, una de las frases iniciales, “¿En qué momento se jodió el Perú, Zavalita?”, se acuña una de las realidades más palpables de países con un pasado precolombino importante. ¿Dónde quedó el esplendor de países como Perú o México? ¿Qué ha quedado de esas culturas indígenas de tanta trascendencia? La presencia indígena, los cholos o los serranos conviven con un mundo blanco. La existencia de tal balcanización racial en Perú hace que la vida se vuelva más dura para las clases desprotegidas, explotadas o menospreciadas por parte de las elites. La dureza en muchos de los casos es retratada por un joven Vargas Llosa que se sentía interpelado por este mundo. Por otra parte, la violencia, la tortura y la persecución política se vuelven algo central enConversación en la catedral; además es retratada desde la perspectiva de la víctima y de aquel que la inflige. La forma en que el verdugo vive también se debe a situaciones de franca pobreza y de un mundo donde la necesidad hace del desempleado materia dispuesta para una sociedad piramidal.
La novela de corte histórico fue una tarea latente para los escritores latinoamericanos, desde El señor presidente, de Miguel Ángel Asturias, pasando por Terra nostra, de Carlos Fuentes o El otoño del patriarca, de Gabriel García Márquez. A esta cita, Vargas Llosa no le hizo ascos y buscó reafirmarse como un gran novelista que frecuentaría la investigación histórica y agregó a su obra la catedralicia La guerra del fin del mundo, la cual cumple su trigésimo quinto aniversario este 2016. En ella retrata un episodio fundamental de Brasil, acaecido en la última década del siglo xix. Una vez más conformada por decenas de personajes, la historia consiste en la urdimbre de numerosas historias personales, episodios sociales y sentimientos trágicos o épicos. A diferencia de las obras anteriores, es en La guerra del fin del mundodonde se concreta una épica que hasta el momento no había tenido esta contundencia. Debido a su formación militar, Vargas Llosa es un experto en la dirección de una o varias columnas militares. Es probable que esta sea la razón por la cual ha dicho que esta novela le proveyó de una de “las aventuras lite-rarias más ricas y exaltantes”. La creación de la novela surgió de la lectura de la obra maestra Los sertones (1902), de Euclides de Cunha, la cual goza del mérito de haber retratado la masacre sucedida en Canudos muy pocos años después de la tragedia que retrabajara Vargas Llosa. Debido a la valía literaria de La guerra… podemos ver cómo los resultados en su narrativa son un tanto desiguales; el peor problema de Vargas Llosa es que tiene novelas de una grandeza apabullante con las cuales coexisten obras muy menores como El héroe discreto (2013). Vargas Llosa tiene un opus rico en novelas, entre las que se encuentran Lituma de los Andes, Pantaleón y las visitadoras, La tía Julia y el escribidor, Elogio de la madrasta, Cuadernos de don Rigoberto, etcétera.

La postura del novelista

En su última etapa, Vargas Llosa ha buscado acercarse a temas más asequibles, como se ve en El paraíso en la otra esquina o El sueño del celta, lo cual es un intento de alcanzar un público más amplio en diferentes idiomas. La postura, legítima, se separa de algo que el autor naturalizado español defendía: la necesidad de escribir sólo de temas que lo interpelaran personalmente. Se percibe que hay obras menos in-tensas o menos trabajadas, como las tres primeras que aquí he abordado brevemente. Como resultado de éstas, Vargas Llosa ha cosechado premios como el Premio de la Crítica, el Rómulo Gallegos, el Cervantes, el Asturias y, a manera de un reconocimiento mundial, el Premio Nobel en 2010. En Cartas a un joven novelista, Vargas Llosa afirmó lo siguiente sobre la búsqueda por escribir: “Producto de una insatisfacción íntima contra la vida tal como es, la ficción es también fuente de malestar y de insatisfacción. Porque quien, mediante la lectura, vive una gran ficción regresa a la vida real con una sensibilidad mucho más alerta ante sus limitaciones e imperfecciones, enterado por aquellas magníficas fantasías de que el mundo real, la vida vivida, son infinitamente más mediocres que la vida inventada por los novelistas.” Autor de teatro, de ensayos muchas veces debatibles y columnista con ideas asaz discutibles en el campo político, Mario Vargas Llosa es una figura crucial en la literatura en español; a ratos inconsecuente y contradictorio, el autor de La ciudad y los perros ha creado un paradigma de la figura literaria en Latinoamérica. Para quienes hemos leído sus novelas con fascinación, sus ensayos y columnas con tolerancia, Vargas Llosa ya tiene un lugar indiscutible en cualquier biblioteca que albergue libros en la lengua que Miguel de Cervantes llevó hasta su punto más alto 

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